sábado, 12 de enero de 2013

El Gran Juego de la Oca

La Vida es el Gran Juego de la Oca.

Comenzamos en la casilla de salida, reaccionamos ante el resultado del dado, atajamos de vez en cuando hacia lo que parece la meta, no quien antes se acerca a ella acaba llegando el primero, un revés imprevisto nos corta el camino o nos hace volver atrás, incluso a volver a empezar. Y vamos sin ser conscientes de que el juego no tiene principio ni fin, y que lo que lleva a la felicidad es darle mil y una vueltas al tablero, sin un camino lineal que seguir porque jugamos en toda su dimensión al mismo tiempo, jugando con los compañeros que van cambiando, entre risas, mientras disfrutamos del encuentro... mientras la meta cambia constantemente porque somos nosotros en cada momento los que decidimos a dónde queremos llegar.

¿Cuándo vas a empezar a jugar? Si estás esperando a tenerlo todo atado y bien atado antes de empezar a jugar, ¿cuándo te sentirás que estás lo suficientemente preparado para arrancar? ¿Qué hay de malo en volver a empezar? ¿Qué nuevas oportunidades te ofrece? ¿No es precisamente el avanzar por las casillas lo que sirve de aprendizaje?




La vida es curiosa. Estaba con una de mis coachees en plena sesión, y sobre la marcha, mientras le hablaba, se me ocurrió esta metáfora. A ella le gustó mucho y así me lo transmitió. A mí también, por eso quería escribir esta entrada. En ello estaba, ya tenía escrito el texto que precede a la foto, cuando se me ocurrió buscar alguna imagen del juego para ilustrarla y que quedara más lucida. Lo que menos me esperaba es encontrarme de bruces con que mis reflexiones tienen una raíz mucho más profunda y mística de lo que yo misma podía llegar a entrever. Me ha llenado de asombro descubrir que el Juego de la Oca es un símbolo del Camino de Santiago. Yo todavía lo estoy digiriendo. Es asombroso.



Al respecto, y para explicarlo prolijamente, os dejo el enlace a un documental bellísimo. Acabo de terminar de verlo y os digo que estoy profundamente emocionada. Tanto, tanto, que me he puesto a mirar sacos de dormir en el decatlón y todo... Si había algo que me tenía que dar un empujón para decidir en qué horizonte temporal lo voy a hacer, acabo de recibirlo.


Siempre hacia el oeste

Por cierto, no os perdáis, si estáis interesados, este blog que os enlazo, dedicado precisamente a desentrañar el simbolismo del Juego de la Oca y su relación con el Camino.



____________________________________

jueves, 27 de diciembre de 2012

Sólo tiene que tirarlo, Señor Frodo...

Lo que menos me esperaba anoche viendo por chikicienta vez "El retorno del Rey", era que se me apareciera con una lectura mucho más nítida y viva de lo que significa la sociedad actual y cómo salir de la crisis en la que estamos metidos (económica y de valores). Ahora no me queda otra que hacerme con la película, cortarla a trozos, diseccionarla, y alumbrar las metáforas perfectamente expuestas por Tolkien, por quien de repente mi nivel de admiración ha pasado de gran literato a gran humanista, y habilísimamente visualizadas por Peter Jackson. Como anécdota para reforzar mi visto bueno por la adaptación cinematográfica, contaros que cuando fui a ver el estreno de la primera parte (sin haberme leído previamente las novelas), tenía dos chavales preadultos delante mía que no podían cerrar la boca del asombro que sentían al comprobar el alto grado de ajuste entre lo leído y lo visto (se sabían la novela de memoria), y no paraban de expresar entre ellos con ohes y ostras lo estupendamente recreado que estaba todo. Ello me convenció de que tenía que leer la trilogía antes del estreno del resto, y así lo hice. A partir de entonces, y salvo por la decepcioncilla de que en la peli no aparezca absolutamente todo lo narrado, la que tomó el relevo con ahes y madresmías fui yo. Dicho esto, paso a desentrañar un momento climáxtico (y si no se dice así, me lo invento) por antonomasia que me hizo reflexionar. No fue el único, pero es uno de los más importantes y que mejor recuerdo.

Os sitúo: Frodo y Sam ya están en las entrañas del Monte del Destino, Frodo en el mismísimo filo a punto de caer en la lava con extremo riesgo de que se le vaya el cuerpo y caiga en ella apenas se le venga un hipido, pilla el anillo con su cadena, estira el brazo y parece que lo va a dejar caer por fin para su destrucción, al fin va a ser libre del enorme peso que ha tenido que soportar él solo durante tanto tiempo (y que los que le han acompañado le han tenido que sufrir). Pero ahí se queda, inmóvil, con la vista fija en el anillo, sin decidirse.......


Y en ese momento, la parte sensata de cada uno de nosotros, excepcionalmente representada en carne y hueso por Sam, que le dice: "Vamos, señor Frodo... Sólo tiene que tirarlo...".


¿Alguna vez te has sentido que has llegado por fin al punto donde tienes que tomar la decisión, tan fácil y tan difícil, de desprenderte de un mal hábito (una relación destructiva, una línea de pensamiento limitante, una falta de autoconfianza, una pereza catastrófica, un victimismo recalcitrante, una dependencia al tabaco o a costumbres alimenticias no saludables), y te quedas ahí mirándolo de frente, diciéndote "tíralo, vamos, sólo tienes que tirarlo" y "¿pero cómo voy a vivir sin esto?" a la vez?


Cuando tomas las riendas de tu vida, cuando por fin eres consciente de que eres tú quien decide, cuando se despejan las nubes de las dudas porque el aire de los hechos objetivos las arrastra, y te quedas mirando la verdad desnuda, y te das cuenta de que hasta ahora te has dejado dominar por las circunstancias y que eso es lo que has estado eligiendo día tras día... Entonces se abre una realidad nueva y brillante: que en el proceso de elección eres completamente libre para elegir lo que más te conviene. Que albergas dentro de ti un saboteador (el poder del anillo) y un Sam tirando en direcciones opuestas, y que ganará aquél al que escuches, aquél al que alimentes, aquél al que entregues tu libre albedrío.


Me permites que te pregunte: ¿A cuál de los dos has decidido alimentar? ¿Qué hábito tienes colgando de una cadena a punto de tirarlo porque eres consciente de que te está destruyendo?


Frodo no fue capaz de tirarlo, le tuvieron que arrancar un dedo para despertarle de su hipnosis. Después de tanta aventura, no fue él quien destruyó el anillo. Y tú, ¿estás dispuesto a experimentar la absoluta libertad de abrir la mano y dejar caer lo que te está haciendo tanto daño? ¿Qué tienes que ganar?

_____________________________________________________________________

domingo, 18 de noviembre de 2012

Responsabilidad (II). Los viejos hábitos son como la toxoplasmosis.

Antes de tener claro que quería tener un hijo, sabía que quería tener un gato. Y así vinieron, por ese orden, con cuatro años de diferencia. Y tanto gato se había cruzado anteriormente en mi vida que cuando, una vez embarazada, me empecé a informar sobre la toxoplasmosis, adelanté los resultados del análisis de sangre: no cabía más posibilidad que haberla pasado. Para mi sorpresa no fue así, y tuve que tomar medidas de seguridad para con mi minino, no fuera a ocurrir el improbabilísimo caso de que la pillara justo entonces y me la transmitiera en tal inoportuno momento de gestación.

Sobre toxoplasmosis hay mucha y variada información en internet, así que ni siquiera voy a poner un enlace. Lo único que necesito para ilustrar esta disertación es que, a pesar de ser una enfermedad inocua para el ser humano ya que cuando la pasamos la solemos confundir con un resfriado (salvo que se padezca en los primeros meses de gestación siendo un feto, lo cual puede llevar a peligrosas malformaciones), sin embargo hay que tener en cuenta que el toxoplasma (el "bicho") no muere sino que permanece en estado latente en forma de quiste en cualquier parte de nuestro cuerpo (en un músculo, en el cerebro, y cosas así). A pesar de la cara que estás poniendo ahora, una vez convertido en quiste ya no molestará nunca más.


Salvo...


Salvo que, por alguna razón, el sistema inmunológico de la persona caiga en picado. En tal caso, el "bicho" sale de su letargo y vuelve a actuar. Y, con el sistema inmunológico desaparecido en combate, ya sabemos que hasta el más mínimo resfriado se puede convertir en algo peligroso.


Exactitudes aparte (no es mi intención hacer un estudio sobre el toxoplasma, así que perdónenme los eruditos en dicho tema si en algo yerro), este comportamiento me abre la puerta para una metáfora que lleva ya varias semanas dándome vueltas en la cabeza, que tiene que ver con los hábitos de comportamiento.


Tenemos en nuestro día a día la costumbre de hacer ciertas cosas de una cierta manera. Esas maneras no son ni buenas ni malas en sí mismas. Son sus consecuencias en nuestras vidas las que debiéramos pararnos a valorar. Si nos llevan a donde queremos estar, entonces nos sirven. Si nos alejan o nos impiden llegar a donde querríamos estar, quizá ha llegado el momento de cambiarlas por nuevos hábitos más coherentes. Hacerlo o no hacerlo es nuestra decisión y nuestra responsabilidad. Y lo haremos cuando sintamos que ha llegado el momento de hacerlo (no cuando "alguien" nos indique que ha llegado ese momento sin que ni siquiera nos hayamos dado cuenta).


Una vez iniciado el camino del cambio, empezamos a adoptar un nuevo hábito de actuación. Nos dicen los entendidos en la materia que habrá que cavar ese nuevo surco en el camino al menos un mes (todos los días) para que empiece a formar parte de nosotros de forma natural, y no tengamos que esforzarnos ni pensar qué es lo que tenemos que hacer (automatizar el comportamiento).


Ahora bien, el viejo hábito que ha sido sustituido no está erradicado, es un surco antiguo que permanece en nosotros como parte de nuestro equipaje vital. Haciendo uso de otra metáfora, es como haber construido una autovía manteniendo la antigua carretera. Cuando comprobamos los beneficios de circular por la autovía, no nos quedan ganas de tirar por los baches y las curvas, jugándote el tipo y alejándote (esta vez conscientemente) de los objetivos marcados.


Aún así, aún sabiendo que es mejor el nuevo hábito, no es raro (al contrario, es incluso previsible) que volvamos a las antiguas rutinas. Los miedos, las dudas, la baja autoestima, los diálogos internos negativos, las presiones exteriores, la falta de confianza en nuestros recursos, son "virus" que hacen palidecer a nuestro "sistema inmunológico emocional". Si no tomamos medidas en forma de vitaminas emocionales (saber que puede pasar y estar preparado para cuando pase, y saber reconocerlo cuando nos pase, es ya de por sí un potente medicamento que anula los efectos negativos del sentimiento de culpabilidad, principal culpable del problema, valga la redundancia), el viejo hábito, que vive en nosotros en estado latente, enquistado, no encontrará resistencia a su alrededor y despertará, y volverá a alejarnos de nuestro objetivo vital.


En toda esta metáfora hay sitio para las buenas noticias. Y es que hemos recibido la vacuna, podemos volver a reactivar las defensas tomando las medicinas apropiadas. Muchas ya las tenemos en nuestro botiquín, a mano; puede que un "médico" nos haga descubrir otras que desconocíamos hasta entonces (y que estaban en nuestro botiquín escondidas). Subir las defensas también es nuestra decisión, podemos hacerlo o no. Como al principio, es nuestra responsabilidad.


La pregunta que queda subyacente en este momento es:



¿Has tomado la decisión consciente de responsabilizarte de tu vida?


______________________________________________

sábado, 8 de septiembre de 2012

Responsabilidad (I)

Entra y siéntate, pero sólo si ahora tienes tiempo para quedarte, porque nos va a llevar un buen rato. No hay mucho que leer, pero sí mucho que pensar. Siempre tienes la opción de volver más tarde.

Si has decidido quedarte, empecemos.


domingo, 19 de agosto de 2012

Expectativas (I)

Has terminado los estudios que elegiste cursar y ahora no estás satisfecho.


¿Me permites que te pregunte...